Los alemanes están obsesionado con los nombres: la cantidad de nombre que se encuentran en Alemania es increíble, menos que los nombres más clásicos pasa raras veces de encontrar personas con el mismo nombre. Y con la globalización se le ha ido la pinza: escogen cualquier nombre extranjero, adaptan palabras extranjeras y a veces parece que juntan letras al azar para tener un nombre nuevo, original y "bonito".
Pero hay más. Para los alemanes hay nombres que condenan a los niños a ser discriminados.
Kevin y
Jacqueline son los más representativos, pero también
Justin y
Marvin para los niños y
Chantal y
Mandy para las niñas van ser una condena para los peques.
Puede parecer que estoy exagerando, pero es la verdad. Hay una investigación de la Universidad de Oldenburg que lo comprueba: las maestras y los profesores discriminan a los niños con esos nombres, los judican menos capaces y más problematicos y los niños con esos nombres que llegan a la universidad y la concluyen son la excepción.
Uno de los primeros consejos de los amigos alemanes después de enterarse que alguien está embarazado es de evitar esos nombres.
Esta locura se resume en uno de los comentarios más famosos que salió de esa investigación:
"Kevin no es un nombre, es una diagnosis"
Hay también la otra cara de moneda o sea los nombres que facilitan la vida a los niños: Alexander, Maximilian o Simon y a las niñas: Charlotte, Sophie y Nele.
No lo sé, me parece todo así absurdo que un pais entero pueda discriminar a niños y adultos solo por sus nombres, pero ya lo sabeis, cuidado con los nombres.
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